En Marzo de 2019 un sábado por la mañana, me levanté a orar a Dios y le pedí que mi familia tuviera un lugar en la eternidad junto a Él, le pedí por la salud de todos y luego pasé a decirle que quería 300.000 para ir al mercado y 600.000 para otras cuentas, le dije que los 600.000 podría regalármelos trayendo un cliente nuevo para mis clases, luego le dije que no era capaz de dejar de pedirle todo lo que necesitaba o anhelaba, que no quería orar así, y que quería cambiar mi estilo de oración; me sentí triste y le dije que me perdonara; inmediatamente recibí un mensaje por mi teléfono de una persona que se había acordado de mí al escuchar un audio de alguien que hablaba de pedirle a Dios y de no tenerle pena.
Parecía paradójico, yo todo el tiempo hablo de pedirle a Él y verlo como ese papá que nos da lo que necesitamos o lo que anhelamos y ahora sentía verguenza. Lo escuché y le dije a Dios que no iba a tener pena de pedirle y que me ayudara esa mañana con lo que le había solicitado. 15 minutos después subió mi esposo que estaba en la piscina y me dijo:” Encontré en mi cuenta 300.000 pesos para que vayas al mercado”. Estando en el mercado recibí la transferencia por 600.000 pesos de una mamá que inscribía a su niño en las clases conmigo. ¡Dios es real, es bueno!; lo que no puedes permitir es parar de hablar con Él acerca de tus asuntos, hay que hablarle sin pena, sin temor, sin prejuicios y sin palabras rebuscadas, hablarle desde lo profundo de tu corazón.
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